sábado, 3 de abril de 2010

Fracaso en Borneo

Dicen que pisar una mierda de camino a una entrevista de trabajo es el paradigma de la desgracia, algo que entra directamente en conflicto con la superstición de que chafarla da buena suerte. En medio de esta controversia interna me encontraba de camino a una cita a ciegas. Sólo me faltaba eso, pensé. Del sol goteaba caldo de pollo mientras sonaban las campanas de la catedral y las 11 me enfrentaron ante un bar y ante su barra y ante las ganas de huir. El sudor se me enfrió pero siguió estando a la espera de alcanzar la temperatura que lo permitiera seguir fluyendo. Era el momento de llamarla y anularme. Pero el momento pasó y ella se dejó escuchar en un exabrupto digno de los peores comienzos: “No tengo todo el día para esperarte” y colgó. Supe en seguida que de aquel bar sólo saldría en calidad de cedido. Alcancé el punto F. Once y media. Café Borneo. No llegó a darme dos besos, sólo hizo el gesto. Le crucé la mirada y quise decirle algo que rompiera el hielo pero era implacable, tectónica y procaz. Eligió la mesa y eligió la silla. Le había apartado una para ella y se sentó en la otra y yo en la eléctrica. Resignado esperé mi ejecución.
Se me había pegado la chaqueta como la sangre a una tijera en medio corte de digestión y un trago de cerveza, fría, muy fría, como ella. Le conté algunas medias verdades y otras tantas falsedades pero no pasó por alto mis ropajes:
- ¿Por qué no te quitas la chaqueta?
A lo que respondí:
- No, soy un hombre íntegro, de una sola pieza.
Y sonrió hacia dentro, muy dentro, tan dentro... que sentí que me tragaba mis palabras. Fui al baño a vomitarlas, me mojé la cara, me sequé el sudor y oriné, oriné tanto que pensé que ya no estaría cuando volviera a la mesa. Para mi desgracia allí estaba, con el hacha afilada dispuesta a trocearme el orgullo. Esta vez pedí una copa para acabar de embalsamarme. Entonces dijo:
- ¿Y no puedes cambiar de gremio?
Me subí la bragueta, esperando que aceptara la respuesta.
Y entre las 12 y la 1 me asestó un “No me gustas”.
- ¿Entonces es un “Hasta nunca”?
- Tampoco es para tanto, habrá que decidir el “hasta cuándo”
- Sabes... A veces no importa tanto el cuándo como la calidad del cómo
- ¿Qué demonios bebes?
- Un gimlet. Sí, es la bebida de los perdedores.

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