martes, 26 de julio de 2011

Ensayo sobre la testosterona

Algún día os hablaré de mi videoclub virtual, de “Las 24 paradas de Navajas”, de “El Virgilio” y algunas más. Os contaré la historia de “El hijo de la manzana”, de la brisa caribeña, de cómo viajé a Siberia a través de unas aspas, de cómo un ventilador encontrado en un trastero influyó tanto en mis sueños. Haré dramatizaciones del absurdo cotidiano, generaré polémicas entre los conciliadores, guerras entre los pacifistas y pasiones entre las mujeres. Inventaré apodos para los cómicos, apodos traicioneros y sarcásticos. Buscaré hasta debajo de las tumbas todos los trapos sucios de los intocables periodistas de la telebasura. Reinventaré el juego de las damas, en la que cada ficha represente una figura de mujer de arrebatadora belleza y jugaré con ellas a arrebatarles la vida. Crearé el ministerio de la sonrisa erótica y lo presidiré en cada viaje organizado de placer. Experimentaré con los sueños lúcidos y cuando alcance la monotonía aprenderé a desdoblarme y en los momentos de tedio practicaré la combustión espontánea hasta alcanzar un día el final perfecto de mi materia orgánica. Leeré a Masoch y lo llevaré a la práctica en el instante más romántico de mi existencia. Cuando viva solo recrearé en un mural “La ciudad de los loros.” Seré el mecenas de un cómic surrealista que contenga los personajes agusanados del niño muerto. Boicotearé bodas con el “t.o.c” de El Hombre Burbuja. Conseguiré hacer el pregón de mi ciudad natal y emulando a Bukowski, subiré al escenario empuñando una botella, completamente borracho improvisaré versos fantásticos para acabar confesando que mi origen fue un accidente más de la burocracia. Me entregarán las llaves, las perderé y cambiarán la cerradura; escribiré un relato sobre ello y sobre “El extraño caso de Agus.” Ampliaré el campo de batalla. Conseguiré contratar a Najwa para que se interprete a sí misma a través de mis ojos en “Nada ha sido un sueño.” Compraré a tocateja el “Espantador” de Ripollés ante la mirada atónita de la dependienta, me sentaré a observarlo las noches de borrachera. Robaré un Barceló, lo pisotearé y lo venderé por el doble de su precio a algún alemán devoto. Provocaré el mayor apagón de la humanidad de todos los iluminados. En una forma más de apuntarme a la vida, me informaré sobre el enésimo curso de la enésima mentira pero acabaré en un viaje al fin de la noche y alcanzaré París. Yo también fabricaré una casita de cerillas sobre la tumba de Baudelaire. Además de desdoblarme, aprenderé a escanciar sidra, a abrir una botella de cerveza con un mechero e incluso a conducir un coche. Firmaré el Manifiesto Desastre y si al final no consigo arder, moriré en la zona sucia de alguna carretera. Desapareceré allí, en el acto, en el más inexplicable. Pero ahora he de deciros que tendréis que perdonarme, sólo por esta vez, sólo por un momento. Ese momento eterno que hace que todas las ideas vuelen de la cabeza y se posen en el limbo para siempre. En una maniobra de honestidad brutal como Calamaro haciendo apología de La Fiesta Nacional, valga o no valga, mi próxima búsqueda en la red será: “Putanga en tanga.”