martes, 19 de enero de 2010

La muerte tenía un tercio

Indicado por unos operarios con cara de escarabajo bajé por unas escaleras hasta un sótano empapelado de flores secas. Allí estaba la muerte, sentada en un despacho, revisando un atentado frustrado, con un tercio en la mano. Bebía a tragos largos. Llevaba gafas y antes de dirigirme su mirada mortal eructó y de su boca salieron pompas fúnebres. Por fin, con una voz de ultratumba y una vista cansada, muy seria me dijo: “Te presentas aquí sin pedir hora, sin haberme dado anteriormente señales de muerte, hasta para morir tenéis prisa. No hay remedio para vosotros, los suicidas inusuales. ¡Si no sabéis lo que queréis! ¿Para qué os quitáis la vida? ¿No pensáis que detrás de todo esto hay un trabajo? No se puede morir uno sin avisar. ¡Esto no es un juego! A ver, ¿tú te lo has pensado?” Me encogí de hombros: -“Hombre, yo... estoy enamorado” A lo que respondió más seria todavía: -“Te voy a ser franca. Has ingerido una cantidad considerable de pastillas y nos has metido a todos en un lío. Yo no tengo mucho tiempo, mañana va a morir el Papa y quiero que todo salga bien. En tu informe dice que te niegas rotundamente a trasladarte al lugar que tu empresa te ha destinado. La chica que has conocido hace tres días y de la que estás enamorado no se arriesga a dejarlo todo e ir contigo. Tú no te sientes con fuerzas para dejar de verla, es más, crees que la vas a perder y en un arrebato de desesperación te has comido una farmacia entera. ¿Qué hacemos contigo? ¿Tiramos para adelante o te arrepientes?” Me sequé el sudor que poco a poco se había enfriado, sentía frío en todos mis miembros, empecé a sentir la oscuridad del túnel y la mortaja acariciándome, adormeciéndome.
Precisamente en mi miembro más viril notaba un trozo de hielo, inamovible, sin riego.-¿“Y no puedes matar al que se ha quedado el puesto que yo quería?" -“¡Imposible! Ese tío es muy mala persona, el infierno está colapsado y hasta que no acaben la ampliación tenemos orden de no enviar a nadie. O eso o ¡que empiecen a bajar el listón del Cielo!” -“Y si acepto morir, ¿no podrías matarla a ella también?” -“Por poder podemos, pero no te serviría de nada, ya que al pedirme esto estando aún consciente, contaría como pecado mortal y tú entrarías en lista de espera para ingresar en el Infierno y ella iría al Cielo.” - “¡Pero si renuncio al trabajo y luego fracaso con ella seguramente vuelva por aquí!” - “Mira, chaval, pese a que los soplos no entran dentro de nuestra política de muerte, voy a hacer una excepción para evitarte un viaje innecesario. Esa chica sólo te quiere por el dinero. Si dejas el banco la pierdes.” Mis dedos se estaban transformando en témpanos de hielo y mi tráquea en una tubería oxidada. “¿Tan segura estás de lo que dices? ¿Acaso conoces el futuro? Quizás.. con el tiempo ¡acabe enamorándose de mí!” - “¡Maldita sea!” dijo la Muerte, “¡Es muy sencillo! ¡O irte a Suiza o suicidarte!”

viernes, 1 de enero de 2010

El chico sombra

El chico sombra, abre lentamente los ojos.
Yo llevo lo que me parecen horas, mirándole dormir, escuchando su rítmica respiración.
Son las 7.20 am de un miércoles de febrero.
La luz del amanecer se filtra entre las rendijas de la persiana.
Llueve, el día que empieza, gris, brumoso, como todos los anteriores y puede que todos los que vendrán. Ahora eso parece importar poco...
Frío en la habitación, calientes nuestros cuerpos desnudos.
Yo me acomodo, me arrebujo en mi lado de la cama. Me tapo con las sábanas hasta la barbilla. Estoy temblando.
No quiero que el chico sombra se despierte del todo. Es un espectáculo magnético verle a mi lado mientras duerme. Es como ver el fuego chisporrotear. Aún no me lo creo del todo, me sigue resultando inverosímil e improbable.
Me parece que lo de la noche anterior le pasó a otra, a otros.
Me asomo por mi lado de la cama y sí...veo nuestra ropa esparcida caóticamente por el suelo, los zapatos tirados de cualquier manera, con prisa.
Eso y la incipiente resaca que martillea en mi estómago y mi cabeza...retazos de la noche pasada. Sacudo la cabeza con una media sonrisa...Caray!Ha pasado y nos ha pasado a nosotros.
Él se queda por un instante mirando al techo, inmóvil, tomando conciencia del despertar en una cama extraña.
Yo sigo mirándole, con expectación. Nuestras cabezas a escasos centímetros.
La lluvia y el aleteo de sus negras pestañas. El polvo en suspensión a través de la luz de la vela encendida en mi mesita de noche durante mi insomnio y Murakami.
Mi respiración agitada y la suya lenta, pausada. El olor de nuestros cuerpos y la noche, a través de las sábanas en movimiento.
El silencio rompiéndose con los sonidos del despertar de la ciudad.
Los primeros coches, autobuses...la civilización activándose un día más fuera de la ventana. Todo ese mundo gris lleno de gente que tan poco me importa ahora.
Dentro, el tiempo detenido. El tic tac del reloj, la luz oscilante de la vela. Solos el chico sombra y yo. Por fin.
Se despereza con un débil gemido. Se incorpora sobre los codos y se gira lentamente hacia mí. Sus hombros desnudos, el pelo revuelto.
Somnoliento, sonriente. Me mira a los ojos.
-Buenos días, chica de los trenes. ¿Te duele?