lunes, 5 de julio de 2010

Noche de julio en Almussafes

Los reunió a todos en su casa. Una vez acomodados latigó uno por uno a sus invitados con toda clase de reproches. Exorcizó sus defectos y ridiculizó sus virtudes. Se sirvió una copa y encendiéndose un habano esperó a la réplica con una sonrisa de curiosidad, la cual no llegó mas que en un llanto de mujer seguida del puñetazo de un hombre. Lo dejaron solo allí sentado y durante media hora utilizaron su aseo debido a la descomposición, al llanto y a la vergüenza. Después sonó el portazo de una tragedia barata. Sintiéndose homicida se cambió de camisa y bajó a la calle para encontrar nuevos amigos. Entró en el bar y pidió una cerveza. Y la cerveza le sirvió un vino y del vino vino un whisky y del whisky otra cerveza y la cerveza le explicó que los amigos no se hacen con alcohol. Sintió rabia y la acabó de un trago, la tomó tan literal que salió en busca de una amiga. ”Una mujer a la que violar, de esas que se dejan violar” se repetía. Quiso irrumpir en el itinerario de una estudiante de medicina y cuando se disponía a asaltarla sonó el golpe seco de una moto contra un contenedor de escombros. Un reguero de sangre llegó hasta sus pies. Se quedó paralizado. La chica lo miró asustada esperando a que decidiera por los dos. Más tarde, asistían al levantamiento del cadáver pese a los esfuerzos de ella por aplicar los primeros auxilios. Como siempre, se agolpaba la gente alrededor. “Ha sido fulminante” decía una señora que acababa de llegar. La estudiante lloraba a lágrima viva pero a él no le apetecía consolarla. Inmerso en sus pensamientos se fue alejando del lugar de los hechos. Decidió que al día siguiente llamaría a todos sus amigos para pedirles disculpas y explicarles que lo de ayer sólo había sido un accidente. Y volvió a casa con sus botas manchadas de sangre.