sábado, 23 de abril de 2011

La sopa y las nubes

Mi pequeña y bien amada locuela me invitaba a cenar y por la ventana abierta del comedor yo contemplaba las móviles arquitecturas que Dios hace con los vapores,
las maravillosas construcciones de lo impalpable. Y en mi contemplación, me decía: “Todas estas fantasmagóricas son casi tan bellas como los ojos de mi bien amada, la pequeña y monstruosa locuela de ojos verdes”.
Y de repente, sentí un violento golpe en la espalda y oí una voz ronca y encantadora,
una voz histérica y como enronquecida por el aguardiente, la voz de mi pequeña y querida bien amada, que me decía: “¿Cuándo c… vas a terminarte la sopa, especie de mercader de nubes?”