viernes, 1 de enero de 2010

El chico sombra

El chico sombra, abre lentamente los ojos.
Yo llevo lo que me parecen horas, mirándole dormir, escuchando su rítmica respiración.
Son las 7.20 am de un miércoles de febrero.
La luz del amanecer se filtra entre las rendijas de la persiana.
Llueve, el día que empieza, gris, brumoso, como todos los anteriores y puede que todos los que vendrán. Ahora eso parece importar poco...
Frío en la habitación, calientes nuestros cuerpos desnudos.
Yo me acomodo, me arrebujo en mi lado de la cama. Me tapo con las sábanas hasta la barbilla. Estoy temblando.
No quiero que el chico sombra se despierte del todo. Es un espectáculo magnético verle a mi lado mientras duerme. Es como ver el fuego chisporrotear. Aún no me lo creo del todo, me sigue resultando inverosímil e improbable.
Me parece que lo de la noche anterior le pasó a otra, a otros.
Me asomo por mi lado de la cama y sí...veo nuestra ropa esparcida caóticamente por el suelo, los zapatos tirados de cualquier manera, con prisa.
Eso y la incipiente resaca que martillea en mi estómago y mi cabeza...retazos de la noche pasada. Sacudo la cabeza con una media sonrisa...Caray!Ha pasado y nos ha pasado a nosotros.
Él se queda por un instante mirando al techo, inmóvil, tomando conciencia del despertar en una cama extraña.
Yo sigo mirándole, con expectación. Nuestras cabezas a escasos centímetros.
La lluvia y el aleteo de sus negras pestañas. El polvo en suspensión a través de la luz de la vela encendida en mi mesita de noche durante mi insomnio y Murakami.
Mi respiración agitada y la suya lenta, pausada. El olor de nuestros cuerpos y la noche, a través de las sábanas en movimiento.
El silencio rompiéndose con los sonidos del despertar de la ciudad.
Los primeros coches, autobuses...la civilización activándose un día más fuera de la ventana. Todo ese mundo gris lleno de gente que tan poco me importa ahora.
Dentro, el tiempo detenido. El tic tac del reloj, la luz oscilante de la vela. Solos el chico sombra y yo. Por fin.
Se despereza con un débil gemido. Se incorpora sobre los codos y se gira lentamente hacia mí. Sus hombros desnudos, el pelo revuelto.
Somnoliento, sonriente. Me mira a los ojos.
-Buenos días, chica de los trenes. ¿Te duele?

2 comentarios:

  1. Vaya, ¿habrá segunda parte? ¡La espero ansioso!

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  2. este texto es también un espectáculo magnético...
    enhorabona a l'escritora.

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