viernes, 30 de octubre de 2009

Hoy he vuelto a ver a Michael Caine

Vale, de acuerdo, no es Michael Caine pero en un concurso de parecidos, mezclado con el verdadero Caine entre todos los aspirantes, éste ganaría el premio. ¿Qué te parece? Me hubiera gustado que todo saliera de otra manera pero ahora ya es tarde. Se me hace verdaderamente complicado contar algo que no sé muy bien si de verdad va a ocurrir o ha ocurrido o cuántas veces he de escribirlo para que ocurra o si va a ocurrir de todas maneras aunque no lo escriba. ¿Te gustaría que hubiera una continuación? Pero eso ya no depende de ti. Dependió hace tiempo pero ahora ni tú ni yo tenemos la memoria suficiente para saber qué va a pasar una vez uses la llave. La determinación puede ser probablemente la más grande de todas las casualidades.

Sentado en la sala de espera de urgencias me vino Kris a la cabeza, precisamente al ver a Michael Caine sentado frente a mí. Kris trabaja en Los Ángeles, para Hollywood, quizás ella algún día conozca al auténtico, si es que no lo ha hecho ya. No como yo que me tengo que conformar con un sucedáneo, al que algún día quizás conozca, claro. Es la vulgar, fácil y simple historia de una pareja que se separa, ella es ingeniera de sonido y él es guionista. Ella quiso arriesgar y él no la acompañó. Desde entonces ella envía postales que él no contesta. A ella le va muy bien y yo tengo la papelera de reciclaje hasta arriba de borradores sin futuro, todos ellos despreciados e inacabados. Narcisismo elevado a infinito. El día a día de alguien que lo arruga, lo hace una bola y lo lanza a la basura. El guionista es el poeta del S.XXI, hemos tomado su relevo, desapareceremos como ellos. Nos moriremos de hambre y al no existir ninguno, tampoco existirá un guión para rodar una película decadente en nuestra memoria. Nadie nos recordará y sin embargo todo lo que sucedió un día fue gracias a nosotros.

Ya me es familiar, sé que lo he visto más veces pero no recuerdo cuantas ni en qué lugares han sido. Lleva una camisa a rayas moradas y blancas, no estoy seguro de si son moradas o marrones, es un morado muy marrón. O un marrón muy morado, según se mire, claro. Lleva vendados dos dedos de su mano izquierda, en la misma venda, juntos. “Jugando al baloncesto” he alcanzado a escuchar mientras hablaba por su teléfono móvil. Yo vengo por las rodillas, me duelen mucho. Michael se levanta y desaparece. ¿Han debido de llamarlo? Me hubiera gustado escuchar su nombre real, le hubiera puesto la coletilla “Caine”. De hecho, seguro que sus amigos y parientes lo deben llamar así. “Pepe Caine”, “Robi Caine”, “Toni Caine”.. como diablos sea.. La verdad es que mi sueño siempre ha sido encontrarme con algún actor de renombre y poderle entregar uno de mis fantásticos guiones.

Me llaman, me atienden, me hacen preguntas, pruebas, diagnostican y me recetan.
Es tan guapa esta doctora... Podría ser actriz. “Síguelo al pie de la letra” me dice. “Así lo haré” le respondo y me marcho. Salgo a la calle y mientras espero un taxi leo lo que me ha recetado. Para mi sorpresa no hay ningún medicamento y lo que hay escrito dice así: “Acude al Edificio Mozart y entrega este papel en la recepción, a cambio te darán la llave de un apartado de correos.” Me gustaría saber si alguna vez te has encontrado en una situación así y qué se te ha pasado por la cabeza. Yo he querido llegar hasta el final. En el Mozart no me ponen ninguna traba, es más, ni una sola pregunta al respecto. Eso sí, me indican que a la oficina a la que debo ir es el edificio principal. Titubeo, casi pregunto de qué se trata, para qué, por qué pero algo me frena. La receta no decía nada de preguntas y “al pie de la letra” es limitarse a lo escrito.

Cojo otro taxi y pienso que bien me podrían haber pagado los gastos de desplazamiento. No por ser un recado misterioso deja de costar dinero. Llego a Correos, observo desde fuera esa gran cúpula mientras me enciendo un cigarro. Podría ser el final de una película. Cine negro, tal vez. Por si acaso me detengo en un quiosco antes de entrar y compro una postal del edificio. Sí, es una postal para Kris. Esta vez soy yo el que cuenta su experiencia. Acabo resumiendo todo en una frase que espero le despierte curiosidad: “Hoy he vuelto a ver a Michael Caine”. Entro y empiezo a sudar, me suda la frente, me sudan las manos. La postal empieza a reblandecerse, a este paso se acabará corriendo la tinta. Así que decido enviarla antes que sea ilegible. Camino hasta el mostrador de envíos y allí está, en el mostrador 6 : “Michael Caine” Le doy la postal con cierto reparo, observo que sus dedos ya no están vendados, la coge, la lee y se ríe: “¿Otra vez?” y la lanza al cubo de la basura. Busco rápidamente la llave. Sudo tinta. Se me resbala pero al fin la logro enderezar entre mis dedos. Camino rápido de derecha a izquierda buscando el apartado veintitrés mil seiscientos veintisiete. Nervioso me repito el número con los labios acartonados, por fin lo encuentro. Meto la llave. El silencio es absoluto. El tiempo se ha parado. Hay un papel doblado dentro. Lo saco. Todos me miran. No quiero que me observen mientras lo leo. Salgo disparado a la calle, miro atrás, nadie me sigue. Un ciclista se empotra contra mí y todo vuela por los aires. Hasta la memoria.

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