martes, 22 de septiembre de 2009

Una frugal colación (En los ojos de Amparo)

Cerré la puerta de casa. Ascensor. Siete pisos hacia abajo. Salí a la calle, levanté la vista, alguien a mi lado dijo: "Va a llover." Dudé entre coger la moto o buscar un taxi; como siempre que me surgía aquella duda, acabé subida en la moto... casco puesto. Bajé de ella... no, no había cambiado de opinión, ni siquiera me quité el casco. Rebusqué en el bolso hasta que di con el móvil, no habían mensajes, mandé uno: "Ya salgo de casa, "cariño" ¿te acordarás de llevar la quiniela? Te odio." Eran las 21:00 horas.
Había quedado con "...." para cenar, no... no es que quiera mantener en el anonimato a ese... "archipámpano", nunca me dijo su nombre.
Chispeaba. Iba a tener razón... ese alguien. Resistí subida a la moto hasta que dejó de chispear y empezó... a diluviar. Subí a la primera acera que pude y haciendo gala de mi optimismo en un día tan gris, me dije que sería una rápida tormenta de verano; aún tenía tiempo y no estaba demasiado lejos del lugar escogido para descubrir un nombre... Llegaría...
Me puse a cubierto, detrás de mí una de esas plagas que inundan las calles de nuestras ciudades, una tienda "de chinos." Entré, compré unas velas y salí. 21:12 (capicúa) Seguía el cielo descargando... Llegaría...
Otro alguien decidió resguardarse bajo el mismo techo que yo, un chico joven, acompañado de una vieja bicicleta: "Aquí nos podemos tirar toda la noche" dijo. Intenté ser amable pero no lo conseguí, así que permanecí callada hasta que vi a lo lejos un taxi. "Qué noche más corta ¿tienes hora?" le pregunté. "Las nueve y veinte" respondió. "Llego"pensé y le di las gracias. Él levantó la cabeza: "¿Tienes prisa? Te invito a una copa." -"Sí" le contesté "tengo prisa." Y salí dél refugio que me brindaba la repisa para llamar al taxi. "Estaré aquí hasta que deje de llover... si cambias de opinión" escuché detrás de mí. Subí al taxi sin girarme, bendita educación la mía.
El cielo parecía reírse de mí, en el siguiente semáforo había dejado de llover.
Llegué a mi destino. Busqué el móvil. Sin mensajes. 21:30. Lo mío es la puntualidad "in extremis." Eché un vistazo a mi alrededor. Ni rastro de "...."
Encendí un cigarro.
Otro.
Otro.
Cuando llegara, le reprocharía, no la tardanza si no la falta de aire y el exceso de humo (en mis pulmones.)
Las 22:15. Sin mensajes. Decidí a mi pesar, llamar. "El teléfono al que usted llama está apagado o fuera de cobertura en estos momentos. Por favor inténtelo de nuevo más tarde."
Por supuesto, no lo intenté.
Volví caminando hacia la moto, ya no llovía y estaba relativamente cerca.
"Hace rato que ya no llueve" le dije a mi antiguo compañero de refugio que seguía allí.
- "Sabía que ibas a volver"
- "Chico listo. ¿Sigue en pie la oferta?"
- "Sigue."
Entramos en el primer local que encontramos. Era una especie de café bar, no demasiada luz, camarera exhuberante y madera, mucha madera... Me gusta la madera.
- "¿Cómo te llamas?" le pregunté.
- "Juan, ¿tú?"
Que me contestara a la primera era algo normal, en cambio... sentí algo parecido a una desilusión...
- "¿Qué quieres tomar?" fue mi respuesta.
- "Me levanto yo a pedir, ¿qué quieres tú?"
- "Sorpréndeme"
- "¿Alcohol?"
- "Sorpréndeme."
Había un periódico abierto sobre la mesa, echando una hojeada vi una foto del prestigioso Westin. El titular sentenciaba: "Un acuerdo a voces" y una nota al final de la noticia (no llegué a leerla), a modo de apunte que me llamó la atención: "El cocktail irá acompañado por una frugal colación."
Volvió mi acompañante con dos copas. Miró la bolsa:
- "¿Velas?"
- "Velas"
- "¿Para qué eran?"
- "Eran... por si a alguien se le habían olvidado.."
Me acerqué la copa a los labios. La cosa iba empeorando, era... era algo muy suave y con un horrible toque de manzana, resultaba un licor tan... femenino...
- "¿Qué harías tú con ellas?" - pregunté.
-" Le darían un toque elegante y romántico a la mesa que te prepararía para invitarte a cenar.
(De mal en peor)
- "La cena.. ¿sería algo parecido a una frugal colación?"
-"¿Cómo?"
Saqué veinte euros del bolso, los dejé sobre la mesa junto con las velas y salí sin despedirme.
Llegué a casa, me metí directamente en la cama, tumbada, escribí en el teléfono móvil: "Ya no te odio. Nuestro extraño juego se ha acabado." Mensaje Enviado. Fui a la agenda, borré de mi lista de contactos esos malditos puntos suspensivos, apagué el móvil y me dormí.



Desperté por la mañana, me sorprendió encontrar uno de los cajones de la mesilla abierto, como si alguien hubiera estado rebuscando en él... Levanté las sábanas y encontré mi vibrador... todavía pegajoso. ¿Qué habría soñado? Sólo recordaba... una bañera y un color; marrón.

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